domingo, 22 de julio de 2007

Controversia universitaria

Jesucristo Riquelme


LA LIBERTAD DE CÁTEDRA

COMO ABUSO DE LEY Y FRAUDE DE DERECHO


Se busca profesor servi(cia)l

(Absténganse personas dignas. No haga perder el tiempo a esta Universidad)



Heredera de la materia de Ética, en los colegios e institutos de Enseñanza Secundaria, nacida como Alternativa a la Religión (católica) en el plan de estudios anterior, surge la nueva asignatura de Educación para la ciudadanía envuelta en una polémica bizantina insólita. Favorece a los estudiantes universitarios que se les haya podido previamente los diversos tipos de derechos que se deben garantizar en su proceso de enseñanza-aprendizaje: el derecho a la Educación, el derecho a la libertad de expresión, el derecho a la libertad académica, el derecho a la libertad de cátedra... Se hará ver que esos derechos -sobre todo los de libertad académica y libertad de cátedra- no sólo incumben a la posición del profesorado sino que también deben atender a las inquietudes del alumnado. En definitiva, se ha de empezar a comprender que ciertos derechos devienen en muy concretos deberes. Derechos y deberes, pues, al unísono para un colectivo o sector de la comunidad educativa -derechos y deberes para el profesorado, derechos y deberes para el alumnado, derechos y deberes para los dirigentes- y también derechos y deberes recíprocos para los sectores docentes y discentes -derechos de profesores, deberes de los alumnos; deberes de profesores, derechos de los alumnos; deberes de dirigentes, derechos de los alumnos; deberes de dirigentes, derechos de profesores; etc. Recuérdese que los dirigentes de una institución deben cumplir y hacer cumplir la ley. No se deje caer en saco roto que los reglamentos internos, normativas, actas o estatutos forman parte de la base jurídica del funcionamiento de cualquier institución u órgano interno.

Los estatutos de cada universidad incluyen estipulaciones concretas, según sus intereses de gobierno, sobre valores y misión de esa universidad. No todas las universidades, obvio es, gozan de los mismos estatutos. El juego de alusión-elusión en su ordenamiento jurídico enmarcado en los estatutos universitarios permite hacer una primera valoración sobre la oportunidad del derecho de participación de sus miembros en su gestión y planificación. Nos referimos a que se tenga en cuenta la opinión de todos, mínimamente, pero en su valor ponderado al menos, en cuestiones referentes, por ejemplo al diseño futuro de una carrera en su oferta de libre configuración o a la exigencia de la solvencia docente de su profesorado. O sea, que se aplique la disciplina -id est, la obligatoriedad- a la libertad de cátedra y a la libertad académica sin desvirtuar (por fraude de ley o por abuso de autoridad, abuso de derecho) sus precisas acepciones. El compromiso del buen profesor se basa en saber ceñirse a esas libertades y en saber aplicar esos derechos -a la libertad de cátedra y a la libertad académica- hasta convertirlos en deberes propios o en derechos del alumnado. Si una universidad incluye el derecho a la libertad académica -como la de Oviedo, digamos, por no querer compararnos con las universidades de nuestro entorno- y otra -como la pública de Elche, por ejemplo- no lo cita, ¿es lícita la interpretación de que esa libertad se pretende entender como una de esas libertades apestosas. por progresista?

Para entendernos nosotros, definamos los conceptos. La libertad de cátedra, derivada de la autonomía universitaria del profesor y sujeta a lo aprobado por el departamento universitario al que se pertenece en cuanto a, por ejemplo, programas, contenidos, métodos, evaluación., consiste en la libertad de enseñar y de debatir sin verse limitado por doctrinas instituidas. El derecho de cátedra es un derecho del particular frente al Estado, pero no contra la organización de un departamento universitario que funcione bien. En los Estatutos de la UMH (Decreto 208/2004, de 8 de octubre, del Consell de la Generalitat, publicado en el DOGV n.º 4861, del año XXVII, de 13 de octubre, págs. 25092-25151), en el capítulo I («Naturaleza y objetivos») se lee: «Sus profesores ejercen la libertad de cátedra a través de la expresión libre en su actividad docente». Pero lo curioso es que no aparezca nombrada otra libertad fundamental del docente universitario: la libertad académica. La libertad de cátedra dispone de limitaciones: por supuesto que, en todo, no se está obligado a acatar lo que pida u ordene el director del departamento o el director del área de conocimiento o un profesor de mayor rango, sea catedrático o titular (o no sea profesor numerario) o sea vicerrector (esto es, el Gran Hermano de la Paz o del Amor o de la Justicia como podría haber postulado Orwell en su novela 1984). Aunque lo mande el jefe, nunca se actuará (o nunca se deberá actuar) incumpliendo lo establecido rigurosamente (y aprobado en reunión formal) en el departamento ni actuando con indignidad personal o profesional: por ejemplo, nunca se deberá aprobar a alguien que no se haya presentado a las pruebas de una asignatura. (¿Ustedes se imaginan que un rector obligue a aprobar a su secretaria personal en su propia universidad sin haberse presentado a los exámenes?). Ahora bien, retornemos de la realidad de los inmortales, estas libertades se constituyen, como siempre, en un derecho y un deber. Se exigirá que el departamento universitario (por poner un caso próximo que no moleste a comportamientos de vicerrectores o de la persona que ostente el rango máximo en el rectorado) funcione con coherencia y con planificación: no se caerá en la negligencia -el no hacer o el no tener previsto o retrasarse a la hora de planificar alguna actuación del departamento-. Una actuación del departamento es prever la necesidad de provisión de plazas de profesores. Imaginemos que no hay profesor de Literatura porque -sigamos imaginando- al vicerrector de Ordenación académica se le ha antojado (o porque cree que, si la da un profesor de su plantilla, éste suspenderá a casi todos los estudiantes y formará un cuello de botella en las matrículas y un embotellamiento en la asistencia a clase de años sucesivos. Imaginémoslo que lo piensa: es libre de pensar. (Pero no un librepensador.). Lo que ocurre es que ordena al director de departamento que no deje impartir la asignatura a tal profesor; mas, al no existir otro en el área y al olvidársele al director de departamento iniciar el proceso de contratación, llegado el momento de empezar las clases, no hay profesor para esa asignatura... y estamos a mitad de febrero, a medio curso ya avanzado. Entonces el director de departamento, atrapado por su negligencia e ineptitud, ordena al profesor hasta entonces vetado a comenzar la docencia para que no se detecte su fallo. Sin embargo, como fue un error más de organización -sigamos imaginando- aún más amplio, el profesor existente en el departamento ocupa un área de conocimiento -Lengua- a la que no se le asigna oficialmente -según el BOE- la responsabilidad de la docencia de la materia nueva que debe dar sus primeros pasos, como dijimos, en el segundo cuatrimestre. , en febrero. Habiendo profesores libres -sin docencia- en las otras áreas posibles -por ejemplo, en el área de Periodismo-, el profesor de Lengua aduce esta situación para que se estudie la contingencia. Pero la mala organización aún es mayor: se tramita el cambio de área del profesor del área de Lengua -al área de Literatura- sin su conocimiento -y sin su consentimiento previo, por ende-).

Al igual que no debemos consentir el sesgo en la transmisión de conocimientos conceptuales (o en actitudes) ni implantar el «pensamiento único», tampoco estamos en situación hoy de aceptar el derecho de cátedra como la licencia y el privilegio de hablar ex cáthedra con los contenidos que arbitrariamente seleccione el profesor. Ni tampoco es aceptable pedagógicamente en la universidad moderna aquel profesor que exclusivamente lee -da lección- apuntes en papel o en proyecciones del tipo del Power Point. En la universidad es más importante la explicación -la argumentación- que la exposición de conocimientos (por muy erudita, enciclopédica u original que sea); la argumentación incluye la exposición, pero no viceversa. Tampoco hay que aceptar maximalismos como exponentes de la libertad de cátedra: se hace lo que a uno le da la gana; no: se ha de hacer, porque todo debe estar previsto (programado y planificado), lo que esté recogido -por escrito- en el departamento (o en el área de conocimiento). Así ocurre con los programas aprobados por el departamento: una vez aprobados, nadie puede salirse de esos contenidos ni del sistema de evaluación que conocen los estudiantes. Si existe un programa con unos contenidos, unas prácticas o lecturas obligatorias, etc., ha de llevarse a cabo y no es legítima la actitud del director de departamento que, para poner más fácil la cuestión y salir medio airoso del brete, dice a un profesor: «Tienes carta libre, carta en blanco. Haz lo que quieras. Termina el curso y que no haya problemas». O sea, apruébalos, si puedes, a (casi) todos. (Éstos, si aprueban, se callan y no protestan). Los estudiantes tienen -disfrutan- del derecho a hacer cumplir el programa (o el espíritu del programa siquiera). Si un profesor no cumple el programa -que es un pacto entre profesores y estudiantes, como lo es el "pacto lingüístico" si así se ha decidido-, el estudiante debe tener la posibilidad de amparo ante el superior y, en todo caso, ante el defensor universitario, cuya decisión ha de ser inmediata.

La libertad académica, por otro lado, se considera más amplia que la libertad de cátedra. En realidad, la académica incluye a la de cátedra: es más ambiciosa y compromete más a las instituciones y a sus dirigentes. Es decir, se trata de un marco protector de las libertades de los demás en la comunidad universitaria: estudiantes, profesores, investigadores, administrativos. Y, aun por encima de lo apuntado sobre la libertad de cátedra, ésta -la académica- es la libertad que más nos incumbe. Algunas universidades la incluyen en sus estatutos; otras, no. Las más avanzadas no temen esta apuesta progresista, porque aceptan el compromiso de una buena -plural, abierta, tolerante, rigurosa, digna.- organización. La libertad académica incluye la libertad de cátedra y también la libertad de investigación y de difundir los resultados de sus experiencias y experimentos, expresar su opinión sobre la institución en la que se hayan inscritos y el sistema en el que se trabaja; libertad ante la censura institucional y libertad de participar en órganos profesionales o en organizaciones académicas representativas.

Uno de los parámetros del control de calidad docente es el número de estudiantes que promocionan. Sí, la norma estadística dixit, pero la realidad es tozuda y variable cada año. No parece racional ni razonable obligar a aprobar a un tanto por ciento mínimo. Recuerdo -permítasenos la comparación- que, cuando se promulgó la ley del Menor, en 2004, uno de sus hallazgos fue legalizar el derecho del menor a ser castigado. Parece tremendo e inhumano, pero, si lo pensamos con calma intelectual y afectiva, nos parecerá una medida de corrección necesaria. (Sin violencias, obvio es). En el ámbito académico (universitario y no universitario) también existe este derecho que, mutatis mutandis, consiste -entre otras modalidades correctoras edificantes- en el derecho a ser suspendido. Si el estudiante es aprobado sin merecerlo, ¿estudiará después para ponerse al día o se dedicará a otros menesteres.? Algunos vicerrectores, por su (de)formación estadística, sólo piensan en números. y los rojos no les gustan. ¿Hay presión (improcedente) si tres vicerrectores citan a un profesor para darle un toque de atención y hacerle ver que no debe -«no puede», diría el vulgo- suspender a más de la cuenta -¿qué cuenta?- porque la universidad se quedaría sin estudiantes? ¿Es que los estudiantes que queremos en nuestra universidad, sea cual sea, son los que se marcharían a otra y buscarían allí su Alma mater que los nutra sin esfuerzos ni sacrificios. y sin aprender lo suficiente? ¿Es que no parece limitado intelectualmente y desde la perspectiva de la gestión universitaria pensar que esa universidad razonablemente exigente y raconal y emotivamente rigurosa perdería la subvención por muchos alumnos que se cambiarán de universidad? ¿Y, si la conversación entre tres vicerrectores y el profesor recién llegado concluye con una intervención similar a ésta: «Sólo queríamos comprobar que no estábamos ante un profesor insensato y que sabe lo que tiene que hacer en beneficio de todos, incluido él. Queríamos que lo supieras. Gracias. Nos quedamos más tranquilos», se puede llamar a esto intromisión en el modo de evaluación o presión para obtener más aprobados o evidenciar al profesor que una cosa es la solvencia docente y otra que no se puede suspender mucho? (No se puede suspender y quedarse allí, claro es). De nada vale al profesor aducir que suspender a muchos o a bastantes puede ser producto de unas circunstancias en las que esos números absolutos de suspensos sean, en efecto, bastantes o muchos, pero no demasiados. (Demasiado es un adverbio de cantidad relativa, no absoluta: 80 pueden ser muchos, pero no demasiados; mientras que 10 pueden no ser muchos y sí demasiados). No sé, si al ser cuestión de números, alcanzamos a explicar la realidad los mortales profesores de humanidades. Creo que me he explicado con claridad: un año tendremos 80 en el saco y otro año, 10, y habremos actuado con justicia académica en la valoración en ambos casos. Y, si hay muchos suspensos y los estudiantes no protestan, sino que comprenden que deben seguir estudiando, algo habrá conseguido el profesor.Y, si el profesor es un profesor que enseña para que se aprenda y también para que se aprenda a aprender (puesto que proporciona nuevas fuentes y métodos de aprendizaje constantemente) y es aceptado por la mayoría de los estudiantes, algo tendrá que no es habitual en esa universidad... (Ruego que, si hay algún yerro -o hierro-, se indique al autor del texto. o al maestro armero: no querría caer en menosprecio inmerecido. Gracias).

Para que el profesor trabaje en un clima armónico e ilusionante, también hay que tener presente la estabilidad del docente en su puesto de trabajo, es decir, la seguridad de su continuidad en el trabajo. De no ser así, el profesor inventa una realidad que se aleja de los intereses del estudiante y se esfuerza prácticamente sólo en defender su puesto de trabajo y no en aspirar a ser mejor docente e investigador o a dedicar más tiempo a su alumnado para que éste prospere académica y profesionalmente. Sólo procura méritos y méritos para anclar su puesto de trabajo. ¿Quién se quejará del sistema o de la planificación o de la actuación de los superiores. si es consciente de que eso se considera un demérito para su estabilidad en esa universidad? Se fomenta, por consiguiente, el cervantino retablo de las maravillas; a la pregunta «¿Qué tal?», la respuesta sin matices ni resquicios a la suspicacia: «¡Muy bien!». (No sea que se insinúe o se afirme que algo podía mejorarse y crean que estamos conspirando o agitando para la subversión improcedente contra el poder -o el cargo- instituido. De modo que a tragar: a tragar para seguir tragando.). Es una manera, v. gr., de contravenir el apartado e) del artículo 70 (del capítulo III. «Derechos y deberes del personal al servicio de la UMH») de los Estatutos: en relación con sus actividades. «ser informados por los distintos órganos de la Universidad de aquellos extremos sobre los cuales tengan un interés directo, con arreglo al principio de transparencia». (Si se prescinde de alguien tendrá el derecho de conocer explícitamente las razones argüidas por los dirigentes de la institución. Y nunca se recurrirá al acoso -al mobbing-, al desprestigio personal o profesional, al ninguneo o al ostracismo). (¡¿Que ponga un ejemplo para esclarecer el procedimiento de la rección universitaria?! A ver. Creo que no necesito acudir a la imaginación. Veamos: Si se logra una donación de seis mil ejemplares de una biblioteca especializada en Periodismo, propiedad de un catedrático jubilado de la Universidad Complutense de Madrid, para la biblioteca del campus de Altabix y el rector declara que, por decisión de una vicerrectora, «no procede», cuando él mismo ha pedido que se haga entrega de libros aunque sean repetidos y del colegio, ya que cuantos más volúmenes hay más presupuesto para su universidad y cuando son pocos los libros de Periodismo en los estantes de la citada biblioteca universitaria de Elche, y tan sólo por no consentir que el «gol» se lo apunte el profesor que ha tramitado personalmente con el catedrático emérito de Madrid el obsequio., parece que indica que el aserto antisistema es, en parte, veraz: «No existe la Universidad: sólo existen intereses particulares». Es una conclusión atroz intelectual para la ciencia y la sociedad españolas.

Una libertad académica bien asimilada permitiría la ágil, rápida y sencilla intervención de los representantes del alumnado en los consejos de curso o ante los coordinadores de las titulaciones o el tutor de su nivel en la carrera o ante el jefe de área o el director de departamento o. el defensor universitario y lograría que algunas irregularidades docentes no se perpetúen:

Ø Mantener a profesores que no son solventes ni didáctica ni pedagógicamente. ¿Es un buen profesor quien no sale de la lectura de sus apuntes o de su Power Point, empleado como «chuleta del profesor»? ¿Es solvente un profesor titular que ha publicado un solo artículo en su vida docente aunque haya sido promocionado a vicerrector? En algunas universidades consolidadas y con prestigio en aumento, estiman la opinión de los estudiantes: con dos años de evaluación negativa por parte de los estudiantes un profesor recibe una llamada de atención y una evaluación interna; llegado un tercer año de quejas razonadas y razonables de la inmensa mayoría de los estudiantes, se procede a que el profesor deje paso a otro profesional docente y se ocupe, si se estima conveniente, a la investigación o a desempeñar su tarea en otro lugar. (Otro lugar también de fuera de la universidad, porque existe algo fuera de la universidad. que forma parte de la realidad general). ¡Qué lejos estamos algunos de ese modelo de universidad!

Ø Expulsar o prescindir de los servicios de profesores porque se niegan a firmar actas de notas de estudiantes que no han realizado las pruebas evaluables. (O, lo que es lo mismo, obligar a aprobar a estudiantes que no lo merecen según el criterio del docente responsable de la asignatura.).

Ø Proponer un currículo y unas asignaturas sin contar en nada con la opinión de profesores especializados del área ni dar opciones a los estudiantes para conformar las materias optativas o de libre configuración. Imaginemos -la imaginación sigue siendo la loca de la casa, decía Voltaire- que en Periodismo hay un ramillete granado de alumnos que dominan varios lenguajes informáticos y quieren especializarse en diseño de medios por internet. ¿No se les ofrecerá una oportunidad de aprender más si lo proponen con antelación para que el profesorado diseñe su oferta en el programa «a la carta» de las asignaturas propias de la universidad?

Ø Diseñar asignaturas con contenidos ajenos a la titulación y que se expongan en clase sin adaptaciones a la carrera de destino. Imaginemos que la materia es Informática: ¿para qué sirve una clase basada en exclusiva en reparaciones de errores y averías del sistema http? ¿Es aceptable esta premisa del profesor: «¿Y si se rompe el ordenador o se cae el sistema cuando estáis trabajando en una redacción?»? Si al alumno se le ocurre intervenir proponiendo su respuesta: «Llamaremos al técnico, ¿no?», el profesor informático lo fulminará con una mirada salida del ciberespacio más lóbrego y oscuro. .

Ø Diseñar asignaturas en cursos distintos, pero con programas similares o parcialmente idénticos. La publicidad es una materia hermosa de enseñar y de aprender, pero no hay que repetir los contenidos porque gusten mucho.

Ø Autorizar prácticas sólo a partir de tercero y no permitir la tutoría ya desde primero sin que se tolere en los medios que un estudiante sea protagonista mediático -presentador- o esté en la primera línea de los medios -redactor definitivo.



En suma, la libertad académica protege, de la interferencia de legisladores o autoridades dentro de la misma institución, la libertad intelectual de los profesores, investigadores y estudiantes en la búsqueda del saber y la expresión de las ideas. Esto significa que ninguna ortodoxia política, ideológica o religiosa se impondrá a los profesores o a investigadores a través del proceso de contratación o permanencia o terminación, o a través de otro medio administrativo de las instituciones académicas. Ejemplo: obligación en la procesión de la Purísima Concepción con motivo del 8 de diciembre en Torrevieja: «Estamos los dos solos: tienes que venir. La UMH somos nosotros». ¿Quién me iba a decir a mí que yo era -he sido- la UMH? ¿Constituía indisciplina universitaria no acudir a la procesión callejera con un ramo de flores entre los brazos?]

Queremos una universidad en la que el profesorado sea servicial (solvente y servicial) y que no se deje nada en el camino: que no sea [servicial] servil. Queremos una universidad con comportamientos rectos. y no comportamientos vicerrectos. Queremos una universidad con buena tradición (y no con traición. ni con rencores). Queremos estar orgullosos de nuestra universidad. ¿Es imaginable que haya rectores que no nos hagan sentir orgullo por nuestra universidad, que decapiten a los mejores -Bernat Soria acaba de ser nombrado ministro de Sanidad- y que obliguen a aprobar a su secretaria particular aunque no haya aparecido por clase y no haya entregado ni un solo trabajo evaluable? Dejemos que nos lo diga esa loca de la casa: la imaginación. ¡Y viva Voltaire!

El jefe no siempre tiene razón. Sus órdenes no son siempre asumibles. Contra el caos y la anomia y la iniquidad, el trabajo bien hecho y la dignidad personal. Preferimos morir de pie que quedarnos y permanecer de rodillas... (Unamuno dixit).

3 comentarios:

DomingoVerde dijo...

Sí, imaginémonos por un momento tal ristra de agravios, ¿insoportable para cualquier mortal verdad? No para Jesucristo.

Iba yo el otro día por el edificio Altabix totalmente descalzo, me sentía muy bien, el gélido tacto del suelo en mis pies me refrescaba y me recordaba lo vivo que estaba. Fue entonces cuando noté cómo numerosas miradas se clavaban en mí y en mis pies. Me sentí criticado y señalado, la razón: ir descalzo. La sensación de bienestar fue remplazada por la profunda indignación: "¿dónde estoy?,¿en una universidad?" Me impresionaba la intolerancia de los jóvenes compañeros que me criticaban y se reían, y fue entonces cuando me di cuenta que estaba una universidad intolerante. Me dolía reconocer que el lugar donde quería materializar mis sueños de plumilla y reporterillo no era más que el nido de unos niñatos intolerantes y obtusos... Días después, en algunos buzones de correo electrónico tocó la puerta un extraño mensaje firmado por el autor de este artículo, en esta ocasión la indignación fue mayor y se transformó en rabia e ira. Estudiantes intolerantes, vicerrectores intolerantes, rector intolerante. Aniquilemos la diferencia, estandaricemos todo, hagamos que nuestros estudiantes sean chicos de la media, que saquen notas que estén sobre la media, y que sean educados por profesores que estén dentro de la media. Orwell, gran Orwell, qué sabias tus palabras en los tiempos que corren.

Universidad Moderna... moderna mi abuela, ¿se han dado cuenta del modelo de universidad mediocre e intolerante que se está siguiendo? Siguen los dirigentes de esta universidad empecinados en revivir las cenizas de la "benévola" LOGSE que tantos estragos hizo en nuestra generación. Sí, con esos profesores mediocres y con esas prácticas mafiosas y unilaterales que fomentan la mediocridad: "Venga, aprueba a todos, o casi todos".

Mi loca imaginación me lleva a pensar que esta universidad no es más que la promesa de un alcalde al que le venía bien hacer una universidad en su ciudad, muchos lo prometen y si les sale: genial. Lo malo es que en esas recién construidas aulas tiene que haber estudiantes que justifiquen tan cuantioso desembolso, y si la incipiente universidad en cuestión no es más que la malparida y menor hermana de una universidad mayor hay problemas, es entonces cuando los dirigentes de esa universidad recurren a cualquier medio con tal de que haya más estudiantes. Esos medios desesperados son enumerados en este mítico artículo.

¿Qué dirigentes tenemos y por qué estos siguen en sus cargos? Porque en esta universidad no está permitida la libre asociación de estudiantes, porque en esta universidad impera la dictadura del candidato único propia de una democracia fachada, porque sus incompetentes dirigentes llevan a cabo prácticas que pretenden camuflar su incapacidad por todos los medios, (y si hay que echar al agua a un gran catedrático como el autor de este artículo por medio del desprestigio y el acoso, también). Y ¿qué hacemos nosotros para cambiar esta situación? Nos emborrachamos con nuestro flamante y mediocre aprobado... ¡Salud!

Pero este comentario no es más que una peregrina y dispersa elucubración hija bastarda de mi imaginación, la cual ha sido frustrada durante mucho tiempo (sí, por este sistema mediocre). No se crean ni vayan a tomar al pie de la letra todo lo que digo, no por favor.

una soñadora utópica dijo...

No es dificil imaginar para alguien que ha vivido la situación en primera persona.
En primer lugar quiero hablar sobre las notas: hay dos tipos de estudiantes, los que quieren aprender y los que quieren aprobar. A los primeros no les importa suspender un examen si no están preparados para aprobarlo, a los segundos les preocupa su media.
Imaginemos que llega el examen de la asignatura para la que el profesor llego "tarde" y te das cuenta de que te han regalado la asigantura: mi hermana de 4º de la ESO podría hacerlo y sacar nota. No es verdad que los estudiantes que aprueban no protestan, algunos compañeros hemos hablado de todo lo que expone Jesucristo en su escrito, pero es difícil conseguir algo cuando la "cúpula estudiantil" está de acuerdo con la situación, o al menos hace poco para cambiarla.
No hablare de las aignaturas y los temas que se repiten de un curso a otro, me acabaría indigando y estoy de vacaciones. Solo diré que a los que esperen un análisis financiero, en la asignatura de ese nombre, se preparen para hacer balances -muy dificil cuando vienes de Humanidades o de Dibujo- y descubrir el interés de alguna inversión. No sé pero si alguien quiere que le hagan el balance de su empresa no llama a un periodista, quizas en Marbella pero así les va.
En fin si la gente se va de la universidad no es por su número de suspenso sino porque aspira a una formación para lo profesión que quiere desempeñar, al menos esa sería mi razón.

Anónimo dijo...

Voy a empezar con una frase que aprendí ya hace algunos años: "Tienes que amueblar tu cabeza ordenadamente para sembrarte un buen futuro". Esto quería decir que uno mismo debía aprender a ser persona en la vida, madurar, tener las ideas claras,en definitiva preparar nuestra mente para el futuro que queríamos, para llegar a ser alguien apto para realizar su tarea como era debido, y no sólo académicamente. Esta metáfora misma puede ser comparada con la UMH, pues desde mi punto de vista amueblar una universidad es algo secundario, pero "amueblarla" es algo primario, en el sentido de la frase inicial del comentario(organización, orden...); es decir, tiene importancia que en una clase hayan sillas, mesas y una pizarra, pero lo realmente importante es que los alumnos no sean una simple mercancía que tiene que pasar controles de calidad y que los profesores no sean unos simples empaquetadores que tienen que cuidar la calidad de los alumnos aprobándolos. Aprobar a los alumnos para que así vengan otros nuevos sin limitación por una mala cosecha anterior en las notas, para que la univeridad tenga "eficacia" en la preparación de nuevos médicos, profesores, periodistas, artistas, etc, cuando en realidad está manipulando a su antojo lo que les beneficia sólo a ellos, a los dirigentes, a los que sólo parece interesar las buenas cifras que favorecerán su universidad. Por compararlo pongo como ejemplo el negocio de construir edificios y el de amueblarlos: en un piso en el que vas a vivir lo más importante son los muebles(pero no más que el "amueblamiento" de una familia), si no ¿dónde ibas a dormir, a estudiar, a comer? ¿en el suelo?, por eso, lo más importante para nosotros, los estudiantes, no es que aprobemos todas las asignaturas de todos los cursos y nos llevemos un título sin "muebles", lo importante de verdad es que tengamos adecuadamente "amueblados" nuestros conocimientos obtenidos durante la carrera, en orden para ponerlos en práctica como es debido, y para "amueblar" bien nuestros conocimientos, cultura, experiencia adquirida, es imprescindible que también pongan buenos "muebles" en nuestra preparación (buenos profesores, que realicen su tarea como ellos crean que conviene a sus alumnos y a los dirigentes). Lo que no puede ser es que pasen este tipo de cosas, no se puede admitir ni permitir que un profesor haga lo conveniente sólo para los rectores, y si al alumno no le conviene da igual, pues los vicerrectores y rector parece que sólo consideran importante tener nuestro aprobado en su bolsillo, y da igual si se ha hecho bien o si se ha hecho mal, lo importante es tenerlo y punto.
Por último sólo decir que ojalá hubiera aprovechado este año en la asignatura de lengua porque nos deja una persona humilde que quería hacer bien su trabajo, y ha preferido dejarlo a ser manipulado.
Gracias por su aportación como persona Jesucristo, no nos conocemos prácticamente, pero al menos usted aportó un buen ejemplo a una postura digna a la hora de ser profesor. Quien sabe cuántos habrá que no sean así y se dejen manipular para así mantener sus empleos y sus sueldos...